El tóxico papel de víctima en las relaciones

En todo tipo de relación —padres e hijos, parejas, jefe y empleado o compañeros de estudio o trabajo— se suele dar este juego perverso en el que uno de los dos interpreta el rol de víctima.

Sin embargo, no podemos hablar de víctima sin hablar de su complemento: el victimario, quien comparte el ciclo de toxicidad, acompañando a la víctima, jugando bajo sus reglas y validándola al asumir sus «necesidades».

De esta manera, se retroalimenta una relación insana para ambas partes, en la que nadie sale beneficiado. 

Es importante detectar si alguno en el reparto tiene el tóxico papel de víctima. Para ello, en este artículo te contaré cuáles son las características que describen a quienes, de manera consciente o inconsciente, asumen este rol.

Cómo detectar el victimismo

El victimismo es una fachada que hace creer a quien adopta esta postura que se encuentra «a salvo», al poder desentenderse de sus errores y tomar la actitud de quien ha sido agredido, abusado o ignorado por alguien más. 

Al no asumir su responsabilidad, busca que otro la tome. Y redobla la apuesta al sentirse con derecho a manipular y culpar, como método de presión para conseguir lo que quiere. 

Una persona que se victimiza, por lo tanto, no es una persona empática, ya que no es consciente de los efectos negativos que sus actos puedan causar. En otras palabras, el victimista es un egoísta. 

Incluso, sigue siendo egoísta aquel que adopta la postura contraria, la del «exceso de empatía» (demasiado preocupado o entregado más allá de lo necesario y asertivo). 

Es una posición cómoda y, a la vez, irresponsable. 

Son personas con una autoestima y valor propio no fortalecidos, lo que los convierte en prepotentes y con elitismo moral. Estos aspectos no se diluyen y perduran en el tiempo, ya que, en la mayoría de los casos, no son conscientes de su condición. 

Cuando se repiten comportamientos, estos se convierten en algo familiar para el inconsciente y, por lo tanto, se mantienen en el tiempo.

Son varias las características que definen a una víctima. A continuación te nombraré algunas para que puedas identificarlas.

Características de una víctima

  • La queja constante es parte de su diálogo habitual.
  • Cae en comportamientos obsesivos, generando patrones negativos de conducta que ocupan su mente y limitan sus capacidades sociales. Esto trae consigo el drama como condición permanente en su vida y sus relaciones.
  • Es desconfiado.
  • Descalifica lo nuevo o lo distinto y se niega a probarlo.
  • Asume una actitud defensiva y no acepta propuestas que impliquen un cambio de consciencia que mejore su vida. 
  • Busca atención constante
  • No se responsabiliza por las consecuencias de sus actos. 
  • Su comunicación es pasivo-agresiva e incoherente; no da mensajes claros ni directos.
  • Reprime sus emociones, generando mucha incomodidad y dolor, material que usa para perpetuar la queja. 
  • Se autosabotea y elige caminos que reafirmen su condición, aunque le generan daño. 
  • Exige un trato empático y compasivo por parte de sus pares, quienes casi siempre se lo dan para impedir que comience el ciclo de queja, culpa y manipulación. De esta forma, la víctima evita ser criticada y sentir emociones de tristeza o frustración.

Este tipo de vínculo, en el que prevalecen la irresponsabilidad, la manipulación, la queja, la culpa y el drama, se resume en el término «abuso emocional». En consecuencia, las relaciones se enfrían y las personas se alejan.

La víctima en las relaciones de pareja

Las relaciones de pareja son el escenario donde se hace más visible —o por lo menos, más frecuente— la situación de victimismo por una de las partes.

Es una dinámica tóxica en la que se conjugan los excesos de cada integrante de la relación. 

Por lo general, una parte responsabiliza a la otra de no hacerse cargo ella, de sus emociones y de su bienestar, continuando el ciclo de toxicidad. Hacen sentir culpable al otro, sobre todo a aquellos que asumen una actitud de «salvador».

Los salvadores se sienten atraídos por este tipo de personalidades victimistas. Intentan solucionar y sanar sus dolores y generar cambios positivos; sin embargo, tras esta actitud, hay una gran necesidad de ser amados y valorados. 

El salvador, entonces, intenta, por un lado, salvar a la víctima de su dolor, y por el otro, reparar las injusticias y el «daño» que ha sufrido.

En su afán, y a pesar de las soluciones o herramientas que el salvador pueda proporcionar, la víctima se cruza de brazos y no ejecuta ninguna acción que la ayude a encontrar bienestar. Hacerlo implicaría su mejoría y evolución, pero a su vez la pérdida de su mayor tesoro: su drama y su irresponsabilidad. 

Por tal razón, mientras la víctima no se haga consciente de su actitud incoherente y elija cambiarla, seguirá en esta «danza» infinita de dolor.

Cómo se sana una víctima

Las relaciones que se basan en la dinámica víctima y victimario, son relaciones insanas, dependientes y en donde no se gesta la madurez emocional, el amor propio ni el crecimiento del Ser.

La única manera de poder superar esta nociva dinámica es haciéndote consciente de ella; del drama, la culpa y la manipulación que han aceptado experimentar los involucrados. 

Una relación sana se basa en la habilidad de cada parte de responsabilizarse por sus acciones y consecuencias; también en reconocer las facultades del otro. Verlo como una víctima es negar su capacidad de amarse y de alcanzar su máximo potencial. 

Es aquí cuando reflexiono sobre el papel de la víctima y el victimario, y cómo estos papeles se intercambian una vez se entra en el ciclo. 

Una vida en coherencia es aquella que permite que cada quien viva en libertad; donde somos responsables de cada uno de nuestros actos; donde nos hacemos conscientes de nuestras emociones y elecciones. Una vida donde hay crecimiento del Ser y bienestar para todos los involucrados.

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