Puede que te preguntes qué tiene que ver la arquitectura, algo tan terrenal y matemático, con la espiritualidad. En este artículo verás que entre estos dos conceptos hay muchas más similitudes que diferencias.

Sí. Soy coach emocional. Pero, ¿sabías que también soy arquitecta? Son dos profesiones que amo y que, aunque no lo parezca, tienen mucho en común.

¡No hay nada más humano que la arquitectura!

¿Acaso protegerse de la intemperie no es una de las necesidades más básicas del ser humano?

Esto lo entendí desde el primer día de clases en la universidad, allá en 1991. 

Era un taller en el que debía resolver una necesidad básica del ser humano que implicaba su supervivencia, seguridad y respeto.

Parecía fácil mi primer proyecto: tenía a la mano palitos de balso, cartón, paja y un pegante nuevo (que resultó bastante engorroso). 

Hasta ese momento, nunca antes me había enfrentado a la necesidad de tener que solucionar un problema como este. Comprendí entonces lo valioso de ese camino que iniciaba.

Lo que me ha enseñado la arquitectura

Treinta años después, miro todo en perspectiva y entiendo que la arquitectura fue construyendo la casa que habito hoy. Pero te hablo de mi casa interior; esa que me permite ayudar a tantas personas a tener una vida más coherente y feliz.

Aquel primer proyecto fue un momento de mucha reflexión, que aún sigue en proceso, pues la arquitectura me ha enseñado sobre amor, compasión, equilibrio, armonía, emociones, salud y coherencia. 

Gracias a ella, he aprendido a escuchar al cliente, a entender el lote, a ver lo invisible, a interpretar sueños y deseos, a ser creativa, a usar mi cabeza y mi corazón, y rematar mi intervención con un resultado circular, que su inicio encuentre el final y se correspondan en cada expresión.

Y en ese círculo, la espiritualidad juega un rol protagónico, casi indivisible a la arquitectura misma. Hoy entiendo esta profesión como un todo en el que lo orgánico, lo holístico y lo espiritual tiene que estar presente.  

Así es como lo entiendo y lo concibo ahora:

Cada espacio interior y su entorno tiene energía, tiene información

La experiencia espacial invita a desarrollar una u otra actividad. En unos espacios nos provoca quedarnos y en otros, nos queremos ir. Aprender a leer y a sentir la energía del campo ha sido vital para comprender dónde aportan y dónde roban. 

Lo mismo pasa con las personas.

El objeto arquitectónico expresa las necesidades y el inconsciente de quien lo habita

Nuestras costumbres, creencias, educación, definen nuestras elecciones. El espacio habla de ello. Un espacio sano para sus habitantes, debe respetar e interpretar esta información y darles soluciones idóneas. 

Lo mismo pasa en las relaciones.

Las decisiones deben ser coherentes 

La coherencia se refiere siempre a la alineación entre lo que piensas, sientes y haces. Cuando una obra arquitectónica no es coherente, genera malestar e incomodidad. No responde a lo obvio y el resultado no es satisfactorio. 

Lo mismo sucede en la vida. Si no eres coherente, te vas a sentir extraño, enfermo, e insatisfecho.

Las proporciones responden al uso

Debe haber una respuesta equilibrada que apoye las actividades que se desarrollan en cada espacio. Las proporciones en arquitectura son la base de su lenguaje. El elemento de partida es la proporción humana. No tener en cuenta este «detalle» es desconectarse del propósito y desconocer la esencia de su habitante. 

Lo mismo pasa en las relaciones. Cuando respondemos de forma desproporcionada, el resultado es negativo y, muchas veces, doloroso. Cuando se desconocen las emociones y necesidades del otro, se rompe la comunicación y se pierde el foco de lo que es importante.

Es un proceso de escucha

Una escucha atenta y coherente, donde la energía del cliente y la del arquitecto estén conectadas, es indispensable para responder a las emociones y necesidades del cliente. La arquitectura contesta a lo que siente y visualiza quien la habita. Esto solo se puede gestar desde una escucha del corazón, inocente y sin juicios. 

Lo mismo pasa en mi trabajo como acompañante. Escucho desde el corazón a mi cliente, para conducirlo a que haga las reparaciones, cambios, demoliciones y/o restauraciones que lleven a su ser a estar en armonía y coherencia.

Interpretar ideas y materializarlas, es un proceso de manifestación

Pasar del mundo de las ideas, de los sueños y deseos, al de la materia misma, puede llegar a ser un reto para muchas personas. Queremos cosas, experiencias y amor. La arquitectura resuelve, a su manera, estos encargos. Un sueño toma forma bidimensional, luego tridimensional y luego experimental. Es un proceso completo de manifestación en donde aclaramos nuestras prioridades básicas, nuestras necesidades y sueños. La arquitectura te ayuda a conocerte, a respetarte y comprender tus deseos y miedos. 

Es un proceso de autoconocimiento.

Se puede elegir cambiar

Así como elegimos un nuevo color de cabello, la ropa que usamos, las amistades que frecuentamos, el trabajo, la pareja, las rutinas o el estado civil, también podemos reflejar estos cambios en el espacio que habitamos. Y la plasticidad de la arquitectura lo permite. Al igual que el universo, esta se acomoda y responde a la persona que la habita. Sin juicios ni temores. Desde una postura flexible, adaptable y compasiva. Si podemos usar martillo y cincel, pintura, plantas y cuadros… poner un sillón frente a la chimenea y compartir una copa de vino con quien amamos… ¿Cómo pensar que no podemos cambiarnos a nosotros mismos? 

Así como la arquitectura es flexible y plástica, también lo somos nosotros. La arquitectura es el reflejo de nuestra condición humana: adaptable y transformable.

Puede dañar o sanar tu salud mental

Un espacio que no respete el inconsciente de sus habitantes puede ser igual de agresivo y dañino que la convivencia con personas que no respeten tu ser y tu sentir. En ambos casos, el resultado puede ser fatídico y conducir a un daño integral en nuestras dimensiones físicas, mentales, emocionales y espirituales. Puede convencerte de que eres tan poca cosa que no mereces recibir ese espacio o trato idóneo para tu desarrollo y bienestar. Sin embargo, también te puede sanar. 

Un espacio proporcionado, ordenado y respetuoso de tus necesidades humanas, puede cobijarte con amor y seguridad, reconectándote con tu valía y autoestima. 

Lo mismo pasa en las relaciones. Hay quienes nos sanan con su sola presencia o con una simple mirada de amor y admiración. 

Si cuando comenzaste a leer este artículo, no entendías la relación de la arquitectura con la espiritualidad, sé que ahora tienes muy clara, no solo su estrecha comunión, sino que una no puede estar sin la otra, si lo que buscas es una vida en coherencia.

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