Allí estaba yo. Sola en el carro, manejando hacia una cita médica. Acababa de terminar una llamada telefónica que me dejó completamente fuera de mí.

En cuestión de pocos segundos, mis párpados comenzaron a temblar y mi respiración era rápida y superficial. Tenía frío, pero al mismo tiempo sudaba a mares bajo mi blusa.

No podía reconocer si lo que sentía era rabia, tristeza, frustración, asombro, abuso… Tal vez era la combinación de todo.

Esa «conversación» había capturado mi atención y mi intención, al punto de desviarme de mi destino. Estaba manejando sin rumbo.

Mi mente y mi cuerpo parecían haberse encogido tanto que solo podían albergar una sensación: ¡peligro!

Con el poco oxígeno que quedaba circulando por mi cuerpo, atiné a abrir el navegador de mi celular para recalcular mi ruta. ¡Menos mal que existe la tecnología!

La sensación de adormecimiento emocional me acompañó durante mi cita. No podía darme un espacio para colapsar… ¡aún!

En el camino de regreso, volví al bucle anterior. Por mi mente pasaba una y otra vez el detalle de aquella llamada; y por mi cuerpo corría de nuevo la misma desagradable sensación.

Estaba alterada, incómoda. Perdí la conexión con mi cuerpo y mi mente no paraba de hacer preguntas.

¿Cómo llegué a esto?

¿Qué hice mal?

¿Por qué permito que me pasen estas cosas?

Tras 30 minutos de un trancón que pareció eterno, llegué a mi casa.

El olor a las rosas y los jazmines que había comprado el día anterior, hizo que mis pulmones reaccionaran: tomé una profunda bocanada de aire y se llenaron de oxígeno perfumado. Solo entonces me acordé de mi cuerpo, y de mi corazón. Estaba roto, triste y maltratado.

Traté de calmarme con pensamientos amables y amorosos, pero no fue suficiente.

Quise que alguien escuchara mi historia y me diera la razón… Eso solo agravó mi estado.

Mi respiración seguía siendo superficial, mis emociones parecían caballos desbocados y mi vibración era repelente.

¡Así no me gusta estar!, pensé. Esto no es sano. ¡¿Qué hago?! ¡¿Cómo salgo de este loop de emociones tan nocivas?!

Fue entonces cuando recordé que tenía una herramienta infalible: LA RESPIRACIÓN.

La respiración consciente es nuestra aliada vital

Pues sí. Yo también soy de carne y hueso, y al igual que tú y que todos, puedo entrar en un pozo de angustia y miedos, y olvidarme de los recursos que yo misma enseño a otros para salir de allí.

Así de poderosas son las emociones. Por suerte, no todas son dañinas.

¡Voy a respirar!, me dije exaltada, pero a la vez aliviada, como quien encuentra un objeto perdido y buscado con intensidad.

Podrás decirme «Dalia, ya estabas respirando; si no, te hubieses muerto». Y tienes razón, aunque en ese momento sentía morir asfixiada. Lo que necesitaba, y lo que recordé en ese instante, fue que debía respirar con intención.

Así que tomé acción de inmediato.

Empecé con una respiración lenta y profunda. Una respiración que no acompañara a los pensamientos de miedo y victimismo que ahogaban mi mente y mis emociones, sino una que me devolviera a mi centro y a un estado saludable.

Y así, sin atender a mi «triste realidad», le rompí el ritmo al corazón agitado, y a la respiración rápida y superficial.

Respirar con intención

Puse la mano sobre mi pecho, a la altura de mi corazón, y empecé a respirar lento y profundo.

Me sentía extraña. Por un lado, mi mente me invitaba a estar inquieta, acelerada; por el otro, yo le estaba dando un alimento distinto: oxígeno en abundancia, un ritmo pausado y armónico, paz y serenidad.

Poco a poco mis latidos comenzaron a ralentizarse. Ya no era el corazón del miedo, era el corazón del amor.

Me quedé unos minutos en silencio, concentrada en lo único que importaba: ¡respirar y nada más!

Luego, mis pensamientos cambiaron; el miedo había desaparecido y su lugar se iba llenando de confianza.

Solo así pude tomar decisiones asertivas, dar respuesta a la cascada de preguntas y, sobre todo, recuperar mi centro, mi calma y mi voluntad.

Respira, date cuenta y renuévate

¿Alguna vez has utilizado una técnica de respiración?

Hay muchas, han estado disponibles por mucho tiempo y son muy usadas porque son efectivas.

Ganamos múltiples beneficios de una respiración consciente; si la usamos para cambiar a un estado más balanceado y armónico, nos ayuda a regular nuestra energía.

Somos sistemas de energía que se renueva a través de la respiración consciente. Las pérdidas de energía son el resultado de una respiración superficial e inconsciente.

Todos, en algún momento de la vida, hemos utilizado la respiración como una forma de regular nuestras emociones.

Si tenemos hijos, cuando se alteran por una pelea o porque se han golpeado, ¿qué solemos hacer?

Muchas veces les sugerimos que tomen un par de respiraciones profundas, sabiendo que esto los ayudará a cambiar su foco, a balancear su ritmo cardíaco y a calmar sus emociones.

Es curioso ver con qué facilidad nos olvidamos de esta poderosa herramienta que está dentro de nosotros mismos y disponible en todo momento.

Muchas veces pasamos largo tiempo sin hacer consciencia de la calidad de respiración que estamos llevando. Al final del día sentimos el peso de esa inconsciencia: la mente nublada, las emociones fuera de control, el cortisol liderando nuestra bioquímica y el cuerpo agotado.

La próxima vez que te sientas así, piensa cuándo fue la última vez que tomaste plena consciencia de tu respiración.

Beneficios de la respiración consciente

  • Mejora la salud física, mental y emocional.
  • Oxigena las células del cuerpo.
  • Manda una señal de seguridad y tranquilidad al sistema nervioso central.
  • Devuelve la calma a nuestra mente.
  • Equilibra el sistema hormonal.
  • Fortalece el sistema inmunológico.
  • Conecta el corazón y el cerebro de forma coherente.
  • Regula el ritmo cardíaco.
  • Da una ventana de tiempo para tomar mejores decisiones.
  • Apoya el pensamiento asertivo.
  • Abre el portal del corazón, la intuición y la creatividad.

El sistema nervioso central regula el 90% de las funciones internas de nuestro cuerpo, incluyendo la respiración, la digestión, el ritmo cardíaco, nuestro sistema inmune, hormonal, de alerta y de sueño.

La respiración es la única función vital que puede ser modificada por elección. Al acceder a la respiración de manera consciente tenemos la llave para elegir la calidad de vida que queremos llevar. Ya no desde la inconsciencia de una función automática y reactiva, sino desde la aplicación del libre albedrío.

El primer paso en el camino de la consciencia es reconocer que tenemos el poder de acceder a la respiración como la llave que abre el corazón y nos permite elegir.

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